Mis amigos gays montañeros y su original luna de miel

Lo malo de tener dos amigos homosexuales recién casados es que una vez que han vuelto de su viaje de novios, hemos tenido que aguantar que nos pongan un video recordatorio de todo su viaje, y que aparte de soportar besos y arrumacos como en todas las grabaciones de este tipo, se da el hecho de que estos dos, para colmo, son cariñosos casi rozando el colmo. Total, que un poco más, y aquello se convierte en un video de sexo gay casero, aunque por su suerte se ve que debieron hacerle algún corte a la película, y ni saber quiero qué fue lo que me perdí.

El caso es que a estos dos amigos yo los conocía de hace tiempo; primero, a cada uno por separado, y después cuando se hicieron ya pareja. A los tres nos unía la afición por el monte y la montaña, y los deportes como el senderismo; a ellos dos, se ve que muchas cosas más, jeje. Como ya tenían cerca de la treintena cuando se conocieron y empezaron a ser pareja, fue una relación madura que no causó estridencias en el grupo de amigos; y dio nos dimos cuenta de que salían, y a partir de entonces fueron unos novios más del grupo.

La verdad es que son dos tíos muy divertidos, como casi todos los gays, siempre montando juergas y gastando bromas a todos lados donde íbamos. Sobre su vida privada, sin embargo, eran más discretos, pero la sorpresa nos la dieron cuando nos contaron que se casaban, porque nadie pensaba que aquella relación fuera tan seria; pero eso no era nada para la sorpresa que nos tenían preparada: se iban de luna de miel a hacer escalada por el Everest.

Yo al principio pensé que era coña, o que se iban a hacer turismo de alto standing por la zona,  se estaban dando el pega queriendo engañar al personal. Nos enseñaron los billetes de avión para demostrar que era cierto, pero yo seguía pensando que irían a China o al Nepal, y que como máximo pasarían sobre la montaña en avión o cerca de ella en algún vehículo terrestre. Porque ¿qué pareja de recién casados elige irse a escalar una montaña llena de nieve, temperaturas extremas y peligros, donde podría ocurrir cualquier accidente inesperado que te arruinara el viaje?

Bueno, pues por lo visto solo había que buscar dos maricas locos como estos dos, porque todo el cuento de la luna de miel era cierto. Fueron muchos los que les pusieron pegas y les mostraron los inconvenientes, pero ellos nada, erre que erre, no hubo manera de convencerles; lo cual era normal, porque la original idea les había salido por un ojo de la cara, y hombre, tampoco es que estuvieran montados en el dólar los muchachos. Así, asistimos a su boda, nos fuimos de convite, y hasta los despedimos en el aeropuerto.

Mientras estuvieron de viaje, me acordé bastante de ellos. A veces nos mandaban instantáneas cuando hacían alguna parada en la subida, aunque llegó un momento, como todo el mundo sospechaba, que escalar más alto se hizo misión imposible, así que decidieron quedarse un par de días de acampada en las alturas, antes emprender el descenso. Cuando lo supimos, yo no pude dejar de pensar en lo que sería celebrar la noche de bodas a 2000 metros de altitud, aunque la imagen de la follada gay que me vino a la mente, claramente influenciada por los videos porno que había visto no hacía mucho, tenía tanto de sexual como de cachonda. ¿Quién iba a querer tirarse a su flamante marido en una tienda de campaña, con un frío de cojones en cuanto anochecía, y clavándote todas las rocas que hubiera debajo de un saco de dormir? A mí me parecía lo menos excitante del mundo.

Ahora bien, no se puede negar que, como experiencia romántica, fue original para reventar. Estos amigos no olvidarán nunca su luna de miel, pero no por las pechadas de follar como otra gente, sino porque realmente vivieron una aventura bastante excitante y digna de contar en sus memorias ( y bueno, que también follaron bastante, no creáis).

Cámbiate este verano al turismo de montaña

Tenía yo apenas siete años cuando mis padres alquilaron por primera vez para el verano un chalet en la sierra, rodeado de montañas. Yo estaba bastante enfurruñado, pensando que cuando volviéramos de las vacaciones y llegara el colegio, todos mis compañeros hablarían de lo bien que lo habían pasado en la playa; y yo en aquel sitio dejado de la mano de dios, sin ni siquiera una triste piscina donde remojar mis pies. En verdad, esperaba que fuera un mes de infierno total.

Yo no lo sabía, pero mis padres, antes de nacer yo, eran intrépidos senderistas, y con la cantidad de kilómetros de monte que habían recorrido, casi hubieran podido dar la vuelta a España, jeje. Después de mi nacimiento habían decidido hacer una parada hasta que tuviera edad suficiente para acompañarlos, y parece que habían considerado que ese era el momento oportuno. Y aunque a mí no me lo pareció, echando la vista atrás no puedo hacer otra cosa que estar totalmente de acuerdo.

En fin, que después de dejarme protestar, patalear y tener una pequeña rabieta normal en ese edad, mi padre me plantó unas botas de montaña, una gorra y una cantimplora, y me dijo que nos íbamos de exploración, hasta un sitio que me iba a encantar: un lago secreto entre las montañas. Por supuesto que ese lago no era ningún secreto, pero como yo no lo sabía, imaginé que íbamos a un lugar desconocido para todo el mundo y que sólo mi padre y yo conoceríamos: un plan irresistible para un niño. Y allí fuimos, con toda la intención de vivir la aventura de nuestras vidas.

Desde entonces, nunca más volvimos a la costa. Los años siguientes los dedicamos a explorar montañas, sierras, montes y cualquier terreno salvaje que se nos ocurría, y yo descubrí que había heredado la afición de mis padres por la naturaleza. Cuando tuve la suficiente edad, me fui de vacaciones por mi cuenta, y alguna vez volví a la playa con colegas o alguna novieta, pero ya no le encontraba encanto alguno al mar. En definitiva, me había convertido en un ser del monte, qué le vamos a hacer.

Espero compartir con todos vosotros la multitud de experiencias de las que he gozado en mi vida, pues hoy, a mis 45 años, puedo decir que han sido bastantes. Me casé, me divorcié, cambié de trabajo, me hice autónomo, pero nunca abandoné la afición por el turismo rural, y todavía de vez en cuando quedo con mis padres algún fin de semana para compartir nuestra pasión por el senderismo. Pero gracias a este blog, espero que ahora mi público sea mayor, y que al final acabéis por amar todo este mundo al menos tanto como yo.